La realidad del estereotipo

26 de enero de 2012

Pasta, pizza, mafia, Berlusconi: estas son las cuatro palabras que la gente dice de saber sobre  mi País cuando digo que soy italiana. Estas palabras, como otras, no son nada más que estereotipos, imágenes que pretenden de representar a un país entero.

De la misma forma que en la antigüedad existía el mito del “buon italiano”, así como se piensa que los franceses son antipáticos y los suizos muy puntuales, tenemos estereotipos para identificar gran parte de lo que conocemos.

Este fenómeno a menudo se asocia al concepto negativo de prejuicio, pero en  realidad, para el ser humano el estereotipo no es solamente algo de natural, sino algo indispensable: se trata de un esquema mental necesario para poder comprender la complejidad de la realidad que nos rodea.

Estos estereotipos los hemos heredado, principalmente, de la sociedad en la que crecimos. Además, todas las instituciones académicas nos hacen aprender los esquemas desde que somos pequeños.

Los estereotipos nos ayudan a  identificar las cosas de manera sencilla y rápida… ¡Pensad en lo que nos podría pasar si cada vez que vemos algo, por insignificante que fuera, tuviéramos que pensar qué es y porqué es así, como si fuera la primera vez!

Pese a esto, como ya he dicho, la palabra “estereotipo” a menudo se utiliza junto a la de prejuicio.

¿Como puede ir algo de tan indispensable para el hombre a algo malo?

Tenemos que acordar que los estereotipos no son nada más que ejemplificaciones de la realidad, que presentan uno o pocos aspectos salientes de ella, y no el total.

Pero, cuando esta imagen se refiere a una persona empiezan a surgir los problemas.

Pensemos, por ejemplo, en un chico que viene de un barrio complicado, con problemas de criminalidad y violencia. Puede pasar que las personas etiqueten a aquel chico como violento y que tengan una actitud discriminatoria con respecto a él. Frente a ello, el interesado puede actuar de dos formas distintas: puede reaccionar y demostrar que la imagen que los otros tienen es falsa; o puede comportarse como la gente espera que lo haga.

Este sería un ejemplo perfecto para describir la expresión “profecía autocumplida”.

Para evitar todo esto es imprescindible que las instituciones sociales (familia, escuela, etc.), que son las que tiene el compromiso de trasmitir a los niños estos esquemas mentales, les enseñen a utilizarlos correctamente, sin olvidar que son sólo la ejemplificación de algo que es mucho más complejo.

Michelle Crisantemi

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